Esta mañana al abrir la nevera me percaté que tenía un paquete de hojaldre de Nestlé y que llevaba allí desde antes de Semana Santa. Me surgió una duda: Si estoy a dieta que hago ¿me lo dejo estropear? ¡Con lo que nos gusta el hojaldre! No era justo... Entonces, decidí que tenía que hacer algo. Primero pensé en una empanada de pisto, queso y beicon, pero era un poco fuerte para la dieta, luego en una quiché de jamón ibérico y tampoco me convencía. Al final decidí hacer estos hojaldritos en miniatura, convenciéndome a mí misma de que al ser mas pequeños, sería menor el pecado (comería solo un par de ellos) y así no tendría remordimientos ni cargos de conciencia.
Unos los rellené de atún con tomate, otros de queso de cabra y dátil y otros de salchicha Francfurt. Cuando los saqué del horno tan calentitos y tan monos, los coloqué en esa bandeja de cartón con blonda para hacer por la tarde una meriendita con mis hijas y yo no cenar más que una fruta. No ha sido posible, porque según han llegado mis niñas de clase han empezado con ellos; yo, al ver que no paraban uno tras otro, me he empezado a poner ansiosa, nerviosa y acelerada. He dejado la comida a medias y me he lanzado también a por ellos; no podeis imaginar que terna taurina..., estábamos todas al quite y por fin, la estocada ha sido certera y definitiva.
Como me he quedado tan feliz y satisfecha, para rematar el día, esta tarde he hecho (con la ayuda de mi hija mayor) Panna Cotta y una tarta a los trés chocolates (el domingo pongo la foto). Mañana vienen un grupo de amigos nuestros de Salamanca a pasar el fin de semana y lo tomaremos de postre. Ya os contaré esta Kdda con todos mis paisanos.
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